Breve recorderis

Cuando Trump anunció su candidatura, para su primera presidencia, ante el Grand Old Party (GOP) en junio del 2015, nadie lo tomó en serio. Con un discurso incoherente, furibundo, misógino y racista rompía con las convenciones de la política republicana y con los dogmas conservadores. Parecía que buscaba pelearse con todos y fue el centro de polémicas encontradas. Los medios de todas las tintas encontraron en Trump el motivo para sus grandes titulares vacíos de información que pudiera ayudar a entender el fenómeno que acababa de aparecer. Se colocó a la derecha que el resto de los candidatos republicanos. Algunos, considerados vacas sagradas de la ortodoxia conservadora y evangélica y declarados opositores al matrimonio homosexual como Mike Huckabee (ex gobernador de Arkansas) y Rick Santorum (ex senador de Pensylvania), en nombre del “arquitecto divino de la creación”. Otros, igualmente confesionales y con “destacados” servicios al republicanismo de “todas las sangres” como Jeb Bush, exgobernador de Florida; Scott Walker, gobernador de Wisconsin; Ted Cruz senador de Texas; Marco Rubio, senador de Florida; Rand Paul, senador de Kentucky; el propio Mike Huckabee, exgobernador de Arkansas. Algunos menos conocidos, pero no menos importantes, como Chris Christie, John Kasich, Rick Perry, Ben Carson, Carly Fiorina. La mayoría de éstos, si no todos, han sido llamados, en 2024, por el actual presidente al que en 2016 consideraban apenas un advenedizo.

Trump profeta y mesías

Lo que aquí, cabe destacar es que, desde el inicio de su carrera electoral, Trump tuvo como “leitmotivs” políticos para la construcción de su “reino” las ambigüedades conceptuales que vienen del viejo conservadurismo, del neoconservadurismo, de los nacionalismos a ultranza, del populismo de derecha para el que la lucha por el poder es un constante enfrentamiento entre “el pueblo” y las élites. Sin que, hasta hoy, estas dos categorías, hayan alcanzado una delimitación precisa de lo que denotan y connotan. Pero, Trump, tuvo y tiene como columna vertebral de su acción y de lo que hoy se propone llevar a sus extremos, las nociones que nutren el “paleoconservadurismo estadounidense”. Éste, viene desde el “pensamiento” de algunos de sus “padres fundadores” y responde a una impronta judeocristiana protestante que, desde el 2015, ha convertido al viejo partido republicano (el Grand Old Party-GOP) en un “Ejército de Dios” conducido y al servicio de su nuevo profeta y mesías Donald Trump. Éste no sólo ha recibido una misión de Dios para cumplirla, sino que, a diferencia de Jesús, es el mesías que traerá la paz en el mundo, restaurará Israel y salvará a la humanidad.

Las amenazas. El “nuevo orden”. El MAGA. La NAR

Lo que acabo de decir, advertiría que lo que dice Trump está lejos de ser “serenas advertencias” y ser, en cambio, verdaderas amenazas para el viejo orden capitalista de todas las latitudes. Se trata de “compromisos” que ha asumido como nuevo profeta y mesías con ese “Ejército de Dios” que lo ha ungido como tal. El “nuevo orden” que se propone Trump tiene un sentido de lugar e historia, de antepasado, familia y cultura estadounidenses. Con una ideología, al mismo tiempo personal y colectiva, pone en cuestión al viejo partido republicano y amenaza con enterrar al desvencijado “GOP”. Erigir, en su lugar, al MAGA (Make American Great Again- Hacer a los Estados Unidos Grande Otra Vez) como “el movimiento político más grande que nadie ha visto nunca” según el propio Trump. Surgido en el seno de lo que sus principales mentores llaman Nueva Reforma Apostólica (NAR), se trata de un movimiento místico, emocional, transnacional, multirracial y visceralmente político que quiere, a la par, buen gobierno y más Dios dentro de una visión libertaria. En el “nuevo orden” que se instaurará, Estados Unidos ratifica el liderazgo USA de la “IV Revolución Industrial” o revolución tecnológica, despojándolo de las imposturas liberales y neoliberales propias y de sus vasallos eurooccidentales como el multiculturalismo, el género, el cambio climático, el libre comercio, las relaciones internacionales, los acuerdos regionales, la globalización. En lugar o, simultáneamente al intervencionismo militar y a la “guerra sin fin”, como herencias del republicanismo de Bush, se impondrán las guerras comerciales. Estamos ad-portas de una batalla entre las fuerzas de Dios y de Satanás en los escenarios del gobierno, los negocios, la educación, la familia, las artes, los medios de comunicación y la propia religión. Así se anuncia en la Casa de Oración de Entrada (Gateway House of Prayer). Aquí decenas de millones de creyentes (alrededor del 40 por ciento de los cristianos estadounidenses, incluidos los católicos) lo advierten cada día, minuto a minuto. Los datos provienen de un estudio hecho por la Universidad Denison que debe su establecimiento, en 1831, nada menos que a Andrew Jackson el VII presidente estadounidense y mentor principal de Trump.

Continuará.

Tomado de mi libro Geopolítica Tres, próximo a publicarse.