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Judío, “Ese gran peligro”- Parte II: Sionismo

A propósito de Palestina y la limpieza étnica en Franja de Gaza

Publicado: 2023-11-08

Han transcurrido 227 años desde la advertencia que Benjamín Franklin hiciera sobre los judíos para Estados Unidos y el peligro que éstos representaban para esa nación. El tiempo demostró que no estaba equivocado: Se trata de una horda que ha creado, en las diversas naciones donde residen, un Estado dentro de un Estado. Cuando son resistidos, “estrangulan” a su población hasta la destrucción económica y social, como actualmente ocurre en la Franja de Gaza, que es lo último que les queda a los palestinos de su legítimo territorio. El peligro que advirtiera Benjamín Franklin hoy se cierne sobre el mundo entero y éste constata que el peligro judío-sionista euro-estadounidense israelí niega toda posibilidad de convivencia civilizada y pone a la humanidad al “borde” de sus ojivas nucleares.

Revisando la historia: Sionismo 

UNO. Ciento diez años después de la advertencia de Benjamín Franklin, el peligro judío se institucionalizó como odio, racismo y destrucción. Ocurrió en agosto de 1897, dos años después de aparecido el libro El Estado Judío de Theodor Herlz (un judío converso austriaco). Éste convocó al Primer Congreso Sionista en Basilea-Suiza. Lugar del nacimiento oficial del sionismo y de la conquista de Sión, en Palestina, por la “diáspora” judía. Herlz no era el primero ni el más versado, pero sí, el más hábil y mejor “marketero” en plantear el problema judío y la cuestión de una Patria judía. Antes lo había hecho León Pinsker (judío converso polaco), en su ensayo “Autoemancipación” y mucho antes que éste los llamados “predicadores del retorno a Sión”, como los identificaba David Grûn, más conocido como David Ben Gurión (otro judío polaco también converso). Fue dos veces Primer Ministro Israelí, sin haber nacido en Israel. En Basilea quedaron igualmente establecidos la “Organización Sionista Mundial” (OSM) bajo la presidencia de Herlz; el “Programa Sionista” y el “Himno del sionismo” que luego se convirtió en el Himno de Israel.

DOS. El sionismo a diferencia del judaísmo, no tuvo ni tiene como referente la fe ni la religión. Se define como un movimiento de acción política nacional e internacional; como una fuerza creadora y guerrera capaz de poner en movimiento una gran máquina para el adelanto de hombres y fortunas. Pero, fundamentalmente, una fuerza política renovada con un objetivo político: El “Estado Judío” como una necesidad universal. La argumentación de sustento del sionismo no está en la Torá o la Ley, sino en los llamados Protocolos de los sabios de Sión. Sus antecedentes están vinculados a lo que las organizaciones denominadas Bilu (Vayamos hacia) y Jovevei Zion (Amantes del Sión) integradas por judíos conversos que huían de Rusia, plantearan en 1880 respecto a los propósitos de la inmigración a Palestina: avanzar en la construcción de asentamientos judíos y usurpar tierras agrícolas. Una vez constituida la OSM, los Bilu y los Jovevei Zion pasaron a formar parte de lo que desde el lado más político y estratégico global propusiera la matriz sionista.

TRES. Entrado el siglo XX y convertido el sionismo en un movimiento económico y político fundamentalista, vino el impulso financiero de las élites judío-iluminatis. El Barón Edmond Benjamín James de Rothschild (1845-1934) miembro francés de la dinastía Rothschild sería uno de estos. Como se sabe, la dinastía Rothschild era y son parte del núcleo de las élites oligárquicas que dominan el mundo. Vinculada al contrabando, la especulación monetaria, los giros y descuentos, la financiación de ferrocarriles, la minería, la metalurgia, el poder económico narco financiero y político, tanto en Europa como en Estados Unidos, la dinastía Rothschild aseguró la expansión del sionismo y la creación del “Estado Judío” en territorio de los palestinos. La oportunidad llegó en 1916 cuando Inglaterra “convenció” al jerife Husayn de la Meca de reorientar la Revolución Árabe que encabezaba contra el poder turco, hacia el apoyo a los “aliados” contra Turquía y Alemania a cambio de la constitución de un Estado Árabe unificado que abarcara Arabia, Siria, Líbano, Palestina, Jordania e Irak. Lo que los árabes ignoraban era que ya las élites sionisto-iluminatis de Inglaterra y Francia comandadas por los Rotschild, los Milner, los Lazard Frères, habían impuesto la firma del acuerdo secreto anglo-francés Sykes-Picot para el reparto de las posesiones territoriales turcas en Oriente Medio en caso de ganar la guerra, como en efecto ocurrió.

CUATRO. Terminada la Guerra y a fin de consolidar el poder de las élites sionistas sobre los territorios “usurpados” y ganarse la simpatía de la comunidad judía europea el gobierno británico, a través de su ministro de asuntos exteriores Arthur Balfour, envió una carta al máximo dirigente sionista británico Lord Rothschild el 2 de noviembre de 1917, dándole a conocer el apoyo de la Corona Británica para la constitución de un “Estado judío” en la ex-posesión turca de Palestina. Este compromiso, conocido como la Declaración Balfour, ratificaba la traición hecha a los árabes y otorgaba todas las garantías a los judíos sionistas ya residentes y a los nuevos inmigrantes para usurpar y establecerse en territorio palestino. La llamada “Sociedad de Naciones” que produjo la Primera Guerra Mundial, ratificó esto y estableció el Mandato Británico sobre Palestina. De este modo los inmigrantes sionistas asumieron la administración del territorio palestino hasta 1948 en que las élites sionistas estadounidenses, a través de la ONU (que sustituyó a la Sociedad de Naciones), establecieron el “Estado de Israel”. De este modo, esa perversa institución que hoy agacha la cerviz ante la masacre de niños en Gaza, satisfizo la exigencia planteada por el sionismo: otorgarles a los judíos europeos de origen jázaro “la soberanía sobre un pedazo de la superficie terrestre” que no les pertenecía y que no era un “pedazo” sino todo el territorio de Palestina. “Lo demás”, como dijera su mentor Theodor Herzl, ellos mismos se encargarían de proveer.

CINCO. La “habilidad” sionista de Herlz y de la propia OSM planteó la cuestión de la soberanía de “un territorio” como una cuestión de interés de los gobiernos de países supuestamente “antisemitas”. Un verdadero chantaje que avalaron los gobiernos que formaban parte del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas y todos los demás. Para procurar el establecimiento de los sionistas en “su” nuevo territorio se utilizaron dos mecanismos: la “Sociedad de Judíos” y la “Compañía Judía”. La primera encargada de preparar “científica y políticamente” la inmigración y la segunda de garantizar todos los intereses de los judíos inmigrantes y de organizar las relaciones económicas y financieras del “nuevo país”. Así concebida, la inmigración sionista se realizó desde las ciudades de Europa y de Euroasia donde radicaban los judíos jázaros. No se hizo para ocupar chozas de barro sino casas más hermosas y modernas que se construyeron una vez derribadas la de los palestinos y habilitarlas para no correr riesgos. No abandonaron la vieja casa del “gueto” sin antes tener una nueva allí donde vivía una familia palestina. Al emigrar, ningún judío invasor perdió sus bienes anteriores sino que los valorizaron. Renunciaron a derechos que tenían en sus lugares de origen a cambio de otros mejores. No abandonaron sus “costumbres queridas”, sino que las volvieron a encontrar en una tierra que usurparon para “no ser arrojados jamás”. Emigraron con la seguridad de mejorar su posición. Los desesperados seguidos de los pobres; después los acomodados y enseguida los ricos. Una vez arraigada la primera avanzada comenzaron a llegar los demás. La inmigración fue y sigue siendo un ascenso de clase. Como en todo proceso de colonización no significó bajar a un estrato inferior sino ascender a uno superior gracias al “carácter” de los inmigrantes y a su capital.

Próxima entrega Parte III: ¿Por qué Palestina?

Las partes II y III fueron originalmente publicadas el 22-07-2014. Durante la masacre judío-sionista, de esa fecha, contra los palestinos de la Franja de Gaza. 


Escrito por

rubèn ramos

sociólogo y educador peruano, post-doctorado en Filosofía, política e historia de las ideas en América latina.


Publicado en

alizorojo

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