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A través de los cables, de youtube, de las redes sociales y de los “profundos” análisis de los entendidos, se viene difundiendo la noticia de la llamada “guerra cognitiva” como si se tratara de un nuevo misil hasta hoy desconocido o de un nuevo invento sin antecedente alguno en la historia. La verdad es que no se trata de nada nuevo, a no ser por el soporte tecnológico que apareja la llamada IV Revolución para el reseteo del decadente capitalismo.

En este sentido, hay que recordar que el “cómo pensar” y a través de quien y con qué, sobrevino al advenimiento del judeo-cristianismo. Desde entonces la “humanidad” (concepto totalmente ajeno al entendimiento de Jesús de Nazareth) ha sido sistemáticamente sometida al “hackeo” del conocer por los imperialismos occidentales de turno.

La “guerra cognitiva” del judeocristianismo que se prolonga hasta nuestros días con sus perniciosos estragos para el entendimiento de la realidad, de la vida, de la muerte, fue y sigue siendo el primer lavado cerebral o “hackeo” institucional de las mentes. Primero, por la Iglesia Católica y, después, en unión con las iglesias protestantes y evangélicas haciendo más pernicioso el deterioro mental.

Tanto el catolicismo como el protestantismo con sus respectivas sectas fueron igualmente violentas y acudieron por igual al miedo, al terror, a los castigos y torturas para imponer una única manera de pensar aunque con matices diferentes para hacer más efectivas la alienación y la estupidez.

Sus principales armas fueron la cruz y la espada. Sus mercenarios los sacerdotes y los "hermanos" de todas las especies a órdenes de jerarquías ponerogénicas y corruptas de Papas, cardenales, obispos, arzobispos y de “pastores”.

La espada ha sido sustituida por cañones, tanques, fusiles de todo tipo hasta llegar a los misiles, las ojivas nucleares, el teléfono inteligente, el ordenador, la tablet. Todo en perfecta convivencia tras el mismo objetivo de siempre: imponer cómo pensar para asegurar la hegemonía de los “elegidos” por un ser irreal llamado Dios. De sus hijos descendientes de Abraham y su esposa Sara para dominar el mundo y someter a los hijos bastardos del mismo Abraham con Agar, su esclava y concubina. De los israelitas sobre los árabes. Del supremacismo blanco y sionista sobre los “indeseables” de todos los colores. Del bien encarnado en los primeros sobre el mal extendido entre los segundos.

Desde la conversión de la leyenda en historia fraudulenta por Pablo de Tarso y darle a los romanos una doctrina (Biblia, Evangelios) que les facilitara el “hackeo” mental para perennizar su dominación nada ha cambiado, pero sí evolucionado. La didáctica y la metodología siguen siendo las mismas. Se enseña por la fuerza, se aprende por sumisión.

Torturar para doblegar; ahorcar, empalar, quemar, despellejar para escarmentar; envenenar, contagiar, contaminar, aterrorizar para infundir miedo, siguen siendo los métodos.

Claro está que desde siempre unos hombres han impuesto sobre otros una manera de “pensar”, creer, imaginar y suponer su lugar en la realidad hasta llegar al autoconvencimiento. Desde siempre los hombres han entendido que imponer una manera de “conocer” implica imponer una manera de “sentir” porque lo cognitivo y lo afectivo se implican mutuamente.

La doctrina judeo-cristiana, desde la impostura de los llamados “libros sagrados”, no es una excepción. Nada altera que sean hoy los protestantes de la dupla anglo-estadounidense los que manejen el “hackeo” mental imponiendo una manera de percibir, de recordar, de hablar y escribir; de generar, reproducir, difundir y asimilar información; de sustraerse a la atención, al pensar, al crear. Lo único nuevo es el uso de la Inteligencia Artificial (IA) y de la nanotecnología para “hackear” las mentes en tiempo real. Para estupidizar, aún más, aquí y ahora, a quienes creen que Estados Unidos es una democracia y que la Reina Isabel es de origen divino.