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Venezuela se va de la OEA. Y de la ONU ¿cuándo?

Publicado: 2017-05-02

Desde los años 90 la democracia liberal que lidera EEUU se ha presentado ante el mundo como una victoria definitiva y sin adversarios.  

Con la caída del muro de Berlín, al mito del “Destino Manifiesto” se vino a sumar el del “Fin de la Historia” del errático Francis Fukuyama.

Desde entonces, lo político se asumió como la universalización del libre mercado, del crecimiento económico, de la financiarización de la economía, de la extensión de la propiedad privada, del individualismo, del consumismo como calidad de vida. Pero también del voto, de los derechos humanos, de la “inclusión social”, de la ayuda humanitaria.

La política pasó a entenderse como el poder de los organismos financieros liderados por la dupla, FMI-BM, la Reserva Federal y los Bancos Centrales, la Banca internacional, la ONU, la OTAN, la OEA, los Comandos Unificados, las Bases Militares.

La ONU y la OEA, en tanto hijas putativas del poder emergente estadounidense tras la segunda guerra mundial, se erigieron como los instrumentos llamados a garantizar la expansión y hegemonía talasocrática y unipolar de los Estados Unidos. Con el control del comercio mundial, la mercantilización; la especulación, las invasiones militares, el neocolonialismo, los genocidios, las hambrunas, el terror; la educación, la cultura.

Habilitadas, una y otra organización, de estructuras burocráticas dolarizadas y de un democratismo deliberativo lograron imponerse en la mente de gobernantes del mundo y de América latina que vieron en ellas la garantía de acceder a cuotas de poder y de corrupción a cambio de entregar sus economías y la soberanía de sus pueblos a la voracidad imperial del nuevo líder hegemónico.

Concretamente en América latina, la OEA se erigió en el super-poder de la camarilla masónica del CFR, la Trilateral, el Club de Bilderberg actuando de la mano con la CIA y el FBI.

Para las democracias liberales engendradas y cobijadas en la OEA todo empezó y continúa discurriendo en torno a la alternancia de los gobiernos entre “partidos” políticos con propuestas programáticas que sólo se diferencian en la retórica puesta en los derechos humanos, la “igualdad” de género, el matrimonio y la paternidad gay, los “derechos” de LGBT.

La OEA estuvo desde siempre del lado de gobiernos dispuestos a implementar y canalizar las subvenciones para la sedición y el terror contra sus propios pueblos; del lado de los llamados grupos de “oposición” contra gobiernos no gratos a Estados Unidos y Canadá; de los golpes militares y las dictaduras gorilas; de los autogolpes; de los golpes suave. Y es que si algo hay que recocerles a la ONU y a la OEA es el enorme perjuicio que le han ocasionado al ejercicio de lo político y a la institucionalidad política. Incluso, tratándose de la democracia liberal.

Sesgadas -teórica, práctica e institucionalmente- para asumir la naturaleza de los antagonismos y de los conflictos sociales siempre a favor de los intereses del país que las patrocinó, las dirige, monitorea y controla, la ONU y la OEA se establecieron para instrumentalizar los “valores esenciales” de la Ilustración y de la Revolución Francesa a favor de una plutocracia mitómana, torpe y sionista que se reclama blanca y elegida.

Cuando en este escenario surgen pueblos, como el venezolano, reclamando su derecho a ser en su historia y a superar la paradoja de la “democracia liberal” entonces los titiriteros de la OEA levantan de sus poltronas a sus títeres apologistas y los compelen a la sedición y al ataque. A estos inútiles de siempre, encabezados por su Secretario General, no les queda sino la genuflexión que les sirvió para acomodarse en los gobiernos de sus países.

Ayunos de la voz y de la acción de sus pueblos se ensoberbecen con la grita amenazante de su nuevo amo blanco que los desprecia en nombre de la raza. Pero allí están, fieles al mandato de un fantoche y de una organización de cadáveres insepultos. Venezuela nada pierde, pero gana mucho, renunciando a seguir perteneciendo a esta red de colonias decrépitas del imperio estadounidense.

La irreversibilidad de las crisis que enfrentan advierte, como anticipara el Comandante Chávez, que es hora de construir una nueva institucionalidad que exprese los intereses de pueblos soberanos. En la OEA pueden seguir quedándose los gobiernos que han hecho del mercado un culto, de la libertad una parodia y de la democracia una tiranía de la corrupción.

La OEA es una institución hecha para sabotear y acabar con la existencia de gobiernos que, junto a sus pueblos, están superando los límites de una pretendida universalización de la “democracia” de un solo signo. Se ha hecho para negar la validez del antagonismo e imponer su renuncia. Para acabar con lo político y con la política.

Venezuela, como Bolivia, Cuba, Ecuador, Nicaragua están en el camino de su historia y son su propia historia. Merecen su propia institucionalidad que los represente y asuma su pluralismo. Si los demás países de América latina y del Caribe insisten en seguir atados a la cola del imperio sionista estadounidense y a la “democracia liberal” que se cae a pedazos, nada ni nadie los puede detener. Son parte del hacer antagónico de la historia pero, al mismo tiempo, de su oscuridad y de su negación. Quizás algún día sus pueblos salgan de la caverna.


Escrito por

rubèn ramos

sociólogo y educador peruano, post-doctorado en Filosofía, política e historia de las ideas en América latina.


Publicado en

alizorojo

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